¿Tú qué haces cuando sientes una emoción muy intensa por algo realmente importante de tu vida?

Todos pasamos situaciones, a lo largo de nuestra vida, que pueden ser realmente intensas emocionalmente. Situaciones o personas que perdemos, momentos tristes o difíciles que vivimos, problemas que nos ocupan y embargan y por los que no tenemos más remedio que pasar.

¿Cómo reaccionamos a esto?

El ser humano tiene un fuerte instinto de supervivencia, que en los momentos de crisis nos impulsa a buscar y elegir la mejor respuesta posible. Pero… puede ocurrir que esa primera reacción de supervivencia, esa actitud defensiva que llevamos a cabo, en efecto nos ayude a sobrevivir, a salir adelante, y aparentemente a aliviar el dolor que sentimos; pero también puede ser que no sea la opción más saludable para nosotros, y que a la larga nos suponga consecuencias negativas.

Hay ocasiones en que para sentir como superados los momentos complicados, elegimos esconder, reprimir o minimizar lo que sentimos, nos hacemos los fuertes, no pedimos ayuda… estos son algunos de los mecanismos menos sanos a los que recurrimos con mucha frecuencia. Además, con frecuencia caemos en la creencia errónea de que “el tiempo lo curará todo”, es decir, que sin tener que implicarnos en ello, todo aquello que nos causa dolor, quedará superado por sí solo según pase algo de tiempo.

Negamos o ignoramos nuestras emociones

La negación de las emociones, el reprimirlas, puede tener consecuencias muy negativas y a muchos niveles. Cuando nos permitimos a nosotros mismos expresar nuestras emociones, incluso aquellas que pueden parecernos censurables por terceras personas, nos llevará a sentirnos liberados de la carga de esa emoción, carga que percibimos principalmente mientras la mantenemos aparentemente oculta por nuestra negación.

No podemos negar que todo aquello que vivimos, todas nuestras experiencias, de un modo o de otro influye en nuestras vidas, y del mismo modo que lo vivido puede ser positivo o negativo, alegre o triste, la influencia que se produzca en nuestra vida podrá darse en un sentido positivo o en un sentido negativo; pero, una correcta gestión de las emociones resultantes de nuestras experiencias hará que no carguemos, como señalaba antes, con la parte negativa de esas emociones, y por lo tanto que esas experiencias y su influencia no sea perjudicial.

A veces, por esa creencia de que pueda ser mejor guardar nuestras emociones y sentimientos, nos mentimos a nosotros mismos, por no querer o no saber cómo aceptar aquello que nos está causando sufrimiento.

Llegamos a empeñarnos en ignorar o esconder, para nosotros y/o para los demás, aquellas emociones que consideramos que no están bien vistas, algunas emociones que nos hacen creer que somos “malos” o “débiles”. De este modo, llevamos a cabo una agotadora lucha contra situaciones que no podemos cambiar, negándolas, o negando nuestra emoción resultante. O bien, ocultamos a los demás aquellas partes de nuestra forma de ser “menos bonitas”,… todo este afán por negar o esconder, inevitablemente, nos lleva al sufrimiento.

¿Cómo es aceptar?

Hasta que no lleguemos a la aceptación de aquello que no estamos queriendo ver, no podemos ocuparnos de ello, de modo que aumentamos el dolor, que por otro lado, era teóricamente lo que estábamos queriendo evitar.

Aceptar implica sabernos responsables de lo que nos sucede. Aceptar nuestras emociones nos lleva a atenderlas, a expresarlas, y finalmente, a vaciarnos de ellas.

Cuando logramos aceptar una situación que no podemos cambiar, podemos entonces empezar a ocuparnos de vivir esa situación realmente, de vivirla de manera sana y consciente. Para aceptarnos, tenemos que reconocer nuestra parte menos bonita.

La aceptación de algo que nos causa dolor, pasa por hacernos conscientes, expresarlo y descargar las emociones que nos provoca, dejarlas salir.

¿Puedo aceptar algo que no quiero, algo que no me gusta?

Las personas somos complejas, las emociones que experimentamos son complejas, y la realidad en la que vivimos es compleja, y por compleja se entiende que puede ser a veces injusta, y por lo tanto, no deseada. Lo que es necesario que comprendamos como realidad es que las cosas no son blancas o negras, no son buenas o malas.

Por lo tanto, nuestras emociones, no pueden tampoco ser juzgadas como buenas o malas, correctas o incorrectas. Nuestras emociones son, eso es lo que importa, se dan, y nosotros necesitamos reconocerlas, sólo entonces, podremos decidir qué queremos hacer con ellas, si es que por ejemplo, nos resultan perjudiciales.

En la vida nos enfrentamos a todo tipo de situaciones, y muchas de ellas, pueden ser, o haber sido tremendamente dolorosas, incluso cuando ya forman parte del pasado, o cuando sabemos que finalizarán. En estos casos, es totalmente normal “desear que todo acabe”, querer descansar del dolor que nos provoca esa situación. Aceptar algo así, pasa por ser sincero con uno mismo, expresar esa parte que inicialmente tendemos a censurar y esconder, y aceptar que es un pensamiento motivado por nuestro instinto de supervivencia. Este proceso, reconocer, expresar y aceptar, nos permite liberarnos del efecto perjudicial, y de la posibilidad de que esa emoción se quede anclada en nosotros, y perjudique situaciones más allá de lo estrictamente necesario.

Otras veces, por el contrario, podemos no querer que algo acabe, no querer perder o dejar ir, algo o a alguien, un familiar, una pareja, incluso situaciones, que no queremos o aparentemente no sabemos cómo dejar ir, para evitar que nos lastren en un estado que no nos beneficia. En estos casos, por doloroso que sea, es necesario dejar ir, de hecho, ese familiar, pareja, esa situación que anhelamos, pasará, o ha pasado ya, somos nosotros los que podemos quedarnos, sin darnos cuenta, en una especie de duelo permanente, con algo pendiente de resolver, que se convierte en una carga que no nos permite vivir y disfrutar de lo que viene a continuación.

¿Y tú, qué haces con tus recuerdos dolorosos? ¿Escondes o intentas evitar algunas emociones intensas? ¿Sientes que algunos problemas te tienen como anclad@? Cuéntamelo en los comentarios.

O si tienes alguna duda sobre algo que no haya mencionado en el post, o quieres que escriba sobre algún tema que te preocupa o interesa, déjamelo en los comentarios. Estaré encantada de escribir sobre lo que me propongas.


Ana de la Calle

Psicóloga apasionada por su profesión, quiero compartir mi experiencia con cualquiera que pueda necesitar de una orientación y apoyo en su vida para sentirse verdaderamente mejor.

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