Odiosas comparaciones

Lo mucho que me importa la opinión de los demás

Siempre pendiente de qué opinarán los demás.

Siempre pensando qué impresión causarás.

Siempre creyendo que pensarán que lo haces mal, que lo podrías hacer mejor, que podrías hacer más…

Siempre comparándote, pensando que los otros hacen más, que los otros lo hacen todo mejor, que ademas seguramente ni siquiera les cuesta esfuerzo, les ha salido todo bien siempre, desde el principio y a la primera.

En realidad no sabes cómo les va a los demás, no sabes si esa perfección y felicidad que adivinas al verles… la ven ellos también… lo mismo que ocurre con quien te mira a ti, puede haber muchos que estén pensando que tú eres la persona perfecta, que tú eres esa persona que parece que siempre está feliz y que todo le sale bien…

Sufrimos por lo que nos decimos, hasta cuando lo que nos afecta es, aparentemente, “la opinión de los demás”…  en realidad no conocemos a ciencia cierta esa temida opinión; lo que estamos valorando, y lo que nos está haciendo sentir bien o mal, es nuestro propio pensamiento, lo que nosotros creemos que piensan los demás… pero esa valoración que atribuimos a otros en realidad está pasando por nuestro propio filtro, por nuestra propia autoexigencia, por nuestro propio afán de perfeccionismo.

¿Por qué nos comparamos?

Pero ¿por qué hacemos esto?

En muchas ocasiones nos comportamos condicionados por el deseo de dar una determinada imagen ante los demás, para gustarles, para recibir su reconocimiento y su admiración.

¿Por qué? Principalmente por qué no nos valoramos a nosotros mismos, de modo que, para tenerla, buscamos esa valoración que necesitamos, en los demás.

Pero… como en realidad no podemos controlar (ni siquiera saber) lo que piensan los demás, vivimos constantemente con el miedo a “no ser suficiente”.

Esto nos puede pasar a todos, por que todos, o casi todos, en algún momento somos o hacemos algo no por que de verdad lo sintamos y lo deseemos, si no por que creemos que los demás nos van a valorar más por ser así, creemos que eso es lo que los demás quieren.

No podemos influir en el pensamiento de los demás

La realidad es que no podemos influir en la forma en la que nos ven los otros, y en el fondo… tampoco importa… lo que de verdad tiene valor es la opinión que tengamos de nosotros mismos.

El hábito de compararnos es un síntoma de baja autoestima. Lo que realmente nos va a ayudar a sentirnos mejor no es ser iguales o mejores que los demás, si no observarnos a nosotros mismos y dejar de observar a los demás. Mientras sigamos haciendo comparaciones, seguiremos sin ver lo bueno que tenemos nosotros, porque no nos estaremos mirando a nosotros, si no a los demás.

El hábito de nuestra mente de compararse puede ser en cierto modo difícil de resistir o evitar, porque viene de condiciones innatas, reflejos de nuestro pasado de grandes primates que vivían en grupo, en el seno del cual tenían que vigilar lo que tenían y hacían los demás, puesto que era útil para no encontrarse en desventaja. Pero, como en tantas otras cosas, el hecho de que algunas de nuestras actitudes vengan de un lejano pasado psico-biológico no implica que las tengamos que aceptar pasivamente. Aún reconociendo que comparar y competir son tendencias innatas, podemos elegir no padecer esas influencias ciegamente, y dejar que se desplieguen solo cuando creamos que el ambiente y nuestros intereses lo justifican.


¿Cómo dejar de compararnos?

No te “comas el coco”, comunícate, expresa tus emociones y verifica tus interpretaciones. No seas una víctima de tus creencias y tus pensamientos.

Sharon M. Koenig, autora del libro “Los ciclos del alma” (Obelisco), afirma que tenemos 60.000 pensamientos al día, y que la mayoría son recurrentes y negativos. Son verdaderos comecocos. Para liberarnos de esta dinámica que nos produce sufrimiento, la práctica del Mindfulness es una de las herramientas que han demostrado ser más eficaces. Al situarnos como observadores de nuestra propia mente, sin juzgar, retener ni rechazar lo que va pasando por ella, dejamos de identificarnos con nuestros pensamientos. Con ello logramos que no nos importen, dejamos de analizar y reaccionar dolorosamente.

Y tú, te comparas con los demás? ¿Has pensado que deberías dejar de compararte pero crees que no puedes? Cuéntamelo en los comentarios.

O si tienes alguna duda sobre algo que no haya mencionado en el post, o quieres que escriba sobre algún tema que te preocupa o interesa, déjamelo en los comentarios.


Ana de la Calle

Psicóloga apasionada por su profesión, quiero compartir mi experiencia con cualquiera que pueda necesitar de una orientación y apoyo en su vida para sentirse verdaderamente mejor.

12 comentarios

Ana Lucía · 8 mayo, 2019 a las 7:35 pm

En felicitarte!!!
Te seguiré leyendo!

    Ana de la Calle · 9 mayo, 2019 a las 9:58 am

    ¡Muchas gracias Ana!

Ana Lucía · 8 mayo, 2019 a las 7:35 pm

En felicitarte!!!
Te seguiré leyendo!

    Minerva R. Said · 10 mayo, 2019 a las 12:35 am

    Excelente artículo . Espero el próximo y Felicidades

      Ana de la Calle · 12 mayo, 2019 a las 10:20 am

      Muchas gracias por el comentario, Minerva. Espero que lo que vaya publicando te siga pareciendo interesante.

Pilar Estrela · 11 mayo, 2019 a las 2:38 am

Gracias, Ana por el post. Empiezo la semana que viene con el mindfulness , haber si me va bien y sufro un poco menos. Quiero creer que me irá bien!!
Te conozco porque soy amiga de Iván Navajo.

Un saludo

    Ana de la Calle · 12 mayo, 2019 a las 10:19 am

    Muchas gracias por el comentario, Pilar, y por seguirme.
    Estoy segura de que el mindfulness te será de gran ayuda, puede hacer que cambie por completo la forma en la que nos enfrentamos a las cosas, y ese cambio de perspectiva es fundamental para comenzar a sentir y afrontar nuestros problemas de forma más útil. ¡Espero saber de tu evolución! Un saludo.

Pilar Estrela · 11 mayo, 2019 a las 2:45 am

Ana, gracias por el post. Soy amiga de Iván Navajo y lo ha publicado en su muro.
Te seguiré

Pilar Estrela · 11 mayo, 2019 a las 2:54 am

Perdón: a ver; y no haber

    Ana de la Calle · 12 mayo, 2019 a las 10:22 am

    ¡Ja ja! No te preocupes, las malas pasadas de los autocorrectores… Tanta inteligencia en nuestros dispositivos, y claramente siguen necesitando supervisión humana

Monica Lindner · 12 mayo, 2019 a las 8:23 am

Muy cierto!

    Ana de la Calle · 12 mayo, 2019 a las 10:22 am

    ¡Gracias Mónica! Me encanta que te guste.

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