Hiperexigencia – Perfeccionismo

  • Yo puedo con todo…
  • no, no puedo con todo…
  • pero… TENGO que hacerlo todo…
  • … y bien… perfecto…

Demasiadas veces queremos poder con todo, de hecho, pensamos que “deberíamos”. Incluso nos imponemos más obligaciones de las posibles día a día. 

Vamos a tope, agotad@s, tenemos en la cabeza miles de obligaciones, de cosas que consideramos impostergables, y que además “sólo yo puedo hacer”, y tienen que estar YA y PERFECTAS. Y no queremos o no podemos reconocer que no podemos con todas esas cargas de cada día, con todo el contenido que intentamos meter en nuestra cabeza y controlarlo para que nada falle.

Esto nos genera no sólo una sensación tremenda de sobre carga, y un cansancio difícil de recuperar, sobre todo con el ritmo que ya de por sí tenemos en nuestras vidas, si no que además, se convierte con demasiada facilidad en un círculo vicioso de autoexigencia y perfeccionismo.

Nos falta tiempo para llegar a todo lo que nos imponemos, y la perfección se convierte en una meta a la que debemos llegar cueste lo que cueste.

¿Qué es el perfeccionismo?

El perfeccionismo consiste en la creencia de que se puede, y se debe, alcanzar la perfección en todo aquello que llevamos a cabo. El perfeccionista se instala en la convicción de que cualquier resultado que obtengamos por debajo de un determinado ideal de perfección es inaceptable.

Por supuesto, el perfeccionismo no es negativo per se;  en su forma positiva, puede proporcionar la motivación para conducir a grandes logros. Pero, no nos damos cuenta de que al funcionar con un nivel de exigencia tan extremadamente alto, llegamos a no definir esa perfección, de tal modo que nunca consideraremos que hemos llegado, puesto que no está definido a dónde creemos que deberíamos llegar.

Estas expectativas, que de este modo tienden a ser poco realistas, pueden conducirnos a una gran insatisfacción, ante la interpretación constante de que “no hemos llegado” o “no lo hemos conseguido”.

El valor que otorgamos a esa búsqueda de perfección resulta siempre de la comparación subjetiva entre los resultados obtenidos y unos determinados estándares. Esos estándares pueden ser posibles, o por el contrario, absolutamente inalcanzables; de ser así el resultado de nuestra valoración será siempre insatisfactorio.

El modo de conseguir una valoración satisfactoria de lo hecho por nosotros será, o bien introducir cierto grado de aceptación de lo imperfecto; o si no, establecer como objetivos unos estándares alcanzables y posibles.

¿Soy perfeccionista?

El perfeccionismo puede provocar un gran sufrimiento, pues acaba generando un alto nivel de ansiedad. En muchas ocasiones, este afán perfeccionista está además asociado en realidad con una importante falta de seguridad y de confianza en uno mismo, un bajo nivel de autoestima.

Tener este bajo nivel de autoestima, con facilidad lleva a la persona a buscar la perfección en todo lo que hace, ya que piensa, erróneamente, que de ese modo compensará sus sentimientos de inferioridad.

Podemos tener dudas sobre si nuestro caso es de una persona perfeccionista, en su vertiente negativa, o no. Para saberlo, es útil tener en cuenta si reconocemos en nosotr@s mism@s alguno de los siguientes rasgos:

  • Sueles sentir ansiedad y estrés en tu vida diaria.
  • Tiendes a ser pesimista.
  • Sientes la necesidad de controlarlo todo.
  • Te sueles obsesionar demasiado con algunas cosas.
  • Te hundes por pequeños fracasos.
  • Tu autoestima está en muchas ocasiones condicionada: si triunfas, te valoras positivamente; si fracasas, te desprecias.
  • Con frecuencia sientes insatisfacción vital.
  • Te exiges demasiado a tí mism@ y a los demás.
  • Te comparas continuamente con los demás.
  • Trabajas demasiado, apenas dejándote tiempo para descansar.
  • Evitas muchas veces situaciones en las que no te sientas totalmente segur@.
  • Te importa mucho la opinión que tengas los demás de ti, y eso llega a condicionar tu vida.

Las personas perfeccionistas en muchas ocasiones acaban somatizando su malestar, esto es,, presentando múltiples síntomas físicos, como problemas digestivos, cefaleas tensionales, dermatitis, etc., consecuencia directa de su malestar emocional.

De cierto modo, inconsciente,  la persona perfeccionista siente que hay algo que no está bien en sí mism@, que tiene algo que necesita corregir; puede no saber exactamente el qué, pero esa sensación interna de imperfección le mueve a querer cambiar, al creer que de ese modo volverá a sentirse bien consigo mism@. Entonces es cuando, sin darse cuenta, la persona perfeccionista crea un ideal subjetivo que determina cómo debería ser.

¿Qué hacer para acabar con el perfeccionismo?

Volvamos a la conversación interna con la que comenzaba el post:

  • Yo puedo con todo…
  • no, no puedo con todo…
  • pero… TENGO que hacerlo todo…
  • … y bien… perfecto…

Y continuémosla:

  • No puedo con todo… y no pasa nada.

Necesitamos comprobar que no pasa nada por no poder, que no pasa nada por hacer algo y que no sea absolutamente perfecto. De hecho, las cosas son perfectas tal y como las hacemos, sencillamente porque las hemos hecho nosotr@s, y así están bien.

Lo importante, lo útil, como todo en la vida, es buscar el punto medio. Tener el deseo de hacer las cosas bien, es bueno, siempre y cuando no afecte a nuestro equilibrio emocional y a nuestro bienestar personal.

El primer paso para superar la tendencia al perfeccionismo es reconocerlo.

El segundo paso, es entrenar algo llamado tolerancia a la frustración.

La tolerancia a la frustración es la habilidad para aceptar cierto grado de imperfección, además de aprender a hallar satisfacción en logros que pueden no ser perfectos al 100%, pero que han supuesto un esfuerzo y avances en la dirección correcta. Necesitamos entrenar la habilidad de identificar y determinar cuando algo está suficientemente bien.

Para conseguirlo, es útil fijarnos en qué tipo de pensamientos tendemos a tener; si nuestros pensamientos son del tipo todo-o-nada (bueno o malo, perfecto o imperfecto…), necesitamos cambiarlos; nos resultará mucho más útil utilizar un tono medio, comprender que el hecho de que algo no sea perfecto no significa en ningún caso que sea malo, feo, o que no tenga valor. Todo puede ser mejorable, pero se trata de disfrutar de lo que hemos hecho, no de lamentarnos por si podría ser mejor.

Si en nuestros pensamientos aparecen recurrentemente las frases tipo “debería”, “tengo que”… nos será más útil intentar sustituirlas por “me gustaría que” “preferiría”.

Cuando nos planteemos una meta, un objetivo que cumplir, nos conviene aprender a dividirlo en pequeñas sub-metas o pasos que aumentan nuestra percepción de autoeficacia.

Es importante que aprendamos poco a poco a distinguir nuestra propia opinión sobre nuestra eficacia, de nuestra valoración personal; es decir. no somos lo que hacemos, nuestros posibles errores no nos definen como persona.

Por otra parte, junto con el perfeccionismo, como he señalado al principio, suele ir unida la tendencia a pretender abarcar demasiado, a querer hacerlo todo, o pensar que debemos hacerlo y poderlo todo.

Debemos tener en cuenta que nuestro cuerpo tiene sus limitaciones, no solo a nivel físico, si no también mental y emocional. Para comprenderlo, imaginemos que mantenemos un coche al máximo de velocidad que soporta durante mucho tiempo; seguramente después de un tiempo empezaría a hacer ruidos extraños, a vibrar primero y sacudirse después, poco a poco nos costaría mantener el control sobre él… Nuestro cuerpo reacciona de la misma manera si le exigimos el máximo de forma continuada, comienza a dar señales de alerta; y si no las atendemos, finalmente puede llegar la crisis, o la enfermedad.

Admitir que no siempre podemos con todo, nos permitirá ser más felices, nos calmará, y nos permitirá disfrutar del camino mientras lo intentamos. Sin obsesiones, sin obligaciones.

Por último, un pequeño ejercicio como ayuda para conseguir este cambio: apunta al final del día todos aquellos motivos por los que puedes estar content@. Así aprenderás a restar importancia a ciertas cosas, y a ver el contrapunto de lo que en un momento determinado te puede parecer un mundo.

¿Y tú, alguna vez te has dado cuenta de que sentías que no podías con tantas obligaciones? ¿Alguna vez te has preguntado si te estás exigiendo demasiado, o alguien cercano te lo ha comentado? ¿O conoces a alguien de tu entorno en quien reconoces alguno de estos rasgos, notas su sufrimiento, y no sabes cómo ayudarle? Cuéntamelo en los comentarios.

O si tienes alguna duda sobre algo que no haya mencionado en el post, o quieres que escriba sobre algún tema que te preocupa o interesa, déjamelo en los comentarios. Estaré encantada de escribir sobre lo que me propongas.


Ana de la Calle

Psicóloga apasionada por su profesión, quiero compartir mi experiencia con cualquiera que pueda necesitar de una orientación y apoyo en su vida para sentirse verdaderamente mejor.

0 comentarios

Deja una respuesta

Marcador de posición del avatar

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *